domingo, 21 de septiembre de 2008

EL OTOÑO








Mañana será otoño, lo estoy esperando con un tremendo dolor de reúma en todas las articulaciones, ( pos que bien). Este ha sido un año de locos. Estuve esperando la ansiada primavera, como todos los años. La primavera es mi estación preferida. Cansada del frió y la humedad de invierno, siempre la espero como si fuese un premio al aguante de la anterior estación, fría, triste, y oscura. Las tardes se hacen excesivamente cortas, y la oscuridad invade el espacio de la luz de un modo presuntuoso, con fuerza y descaro. La primavera llega de un modo más discreto, con una brisa suave, una brisa que te acaricia las mejillas y te las besa con la dulzura de un amante enamorado. Los huesos dejan de doler y, los músculos retoman su textura corporal, aliviando el alma de tanto calmante. Hay a quien la primavera les deprime, a mi, sin embargo me reconforta. Este año, dicha estación se me ha pasado de largo, si en algún momento me acarició las mejillas, ni me enteré, estaba demasía do ocupada forjando ilusiones nuevas de trabajo y, de éste modo, me vi sudando un verano que se coló por los poros de mi piel, sin previo aviso y sin medida. Ahora sin más oigo en las noticias del medio día, que mañana a las 17:44, vendrá el otoño. ¿ y qué me pongo? No quisiera que me pasara más de lo mismo, por que para mí el otoño me huele a hogar y, éste es el mejor momento para pararse a reflexionar: ¿ qué fue y qué sera de éste año?.

¿Proyectos? muchos, ¿ miedos? todos. Y de éste modo y como siempre, se nos escapan los años, y los años cada vez corren más, al tiempo que nuestras piernas andan más despacio y el pensamiento nos acompaña a otro ritmo.

Los años deben llevar consigo la madurez, experiencias y vivencias nuevas. He sido y soy una persona afortunada, a pesar de los pesares, de lo bueno y de lo malo, ¡ tengo tanto que contar mañana! que me pregunto cuantos capítulos tendré que escribir cuando ya queden menos primaveras y los otoños los necesite para sentir que he construido un hogar, varias familias y he pasado mil aventuras, envidia de todo aquel que me juzgó por aquello que no se atrevió a hacer al tiempo que observaba cómodamente desde su ventana y entre lágrimas, como se le escapó el tren de la vida. Si pudiese, si sirviese de algo y si alguien me pidiese consejo, le diría: deja de lamentarte por tus desdichas y lucha por ser feliz.